lunes, 31 de mayo de 2010

A. Almos

He tenido que cruzar un mar de vino dulce y seco para poder llegar a ti. Difuminado vas acercándote más pero a la vez aún sigues demasiado lejos como para poder hablarte. Me voy dando cuenta que estamos rodeados de personajes con máscaras y que nuestra vida no es más que un carnaval oscuro y frio en el cual nos vamos adentrando en un trance de amor silencioso y tácito. Nuestras mentes vuelan y se encuentran una y otra vez, como mariposas en migración, reconocemos y juntamos nuestros rastros para planear en secreto un pronto encuentro fuera de este mundo ordinario y transportarnos al nuestro lleno de sueños perversos y depravados. El insomnio se apodera de mi alma que esta en espera del derroche de palabras, pero la verdad es que yo creo que toda la eternidad que nos espera, no es suficiente para decirte lo mucho que te quiero y deseo. Somos los únicos seres capaces de abrir o cerrar la puerta de nuestro destino y de tomar una desición acerca de qué hacer con el resto de vida eterna que nos queda ... estaré por siempre junto a ti. "Qué mudos pasos traes, ¡oh! muerte fría, pues con callados pies todo lo igualas". Quevedo

2 comentarios:

Mondragón de Malatesta dijo...

Y es que el insomnio es siempre una terrible eternidad que dura solamente una madrugada. Interesante post. Saludos.

Chiara dijo...

Me enamoré (y no es fácil aquello)